Estoy de pié en el centro de un parque. La lluvia cae inclemente, donde trato de borrar lo que ha sido mi pasado y lo que se perfila como un permanente presente. No tengo nada, ni empleo, ni esposa, ni hijos, ni casa. La obra perfecta de mi vida está centrada en un vacío. El plan de vida tan meticulosamente estructurado se me escapó de las manos y no supe ni cuándo. La retrospectiva actual tampoco ofrece ninguna respuesta o solución. De entre la inutilidad de mi vana existencia, sólo se me ocurre una cosa: terminarla.
Hago un recuento de mis conocimientos para ver si aún se puede rescatar algo. Los recuerdos aglutinados se convierten en una enciclopedia un tanto desordenada de cultura popular: música, cine, libros, cómics y millones de datos que para fines prácticos, no sirven para maldita la cosa. La idea de terminar con mi vida se perfila cada vez más viable. Incluso mi vida social es un desastre. Veo que mi cabeza está llena de muchas cosas, pero hueca en lo importante: aquéllo que es bueno para forjar una vida y un futuro real. Y en cada nivel de mi pensamiento, veo cómo el tiempo ha transcurrido inclemente sin que sepa yo el derrotero que seguirá mi vida aún. Definitivamente cortaré mi existencia, porque no hay lugar en el mundo para que yo pueda seguir en él...
Si de algo sirven las películas, serán para lograr una creativa manera de morir. Mario Puzo en "El último Don" describe una manera excelente de morir sin dolor y con el cerebro trabajando al máximo: inhalando una sobredosis de óxido nitroso. Sin dolor, sin miedo.. y sin el medio para hacerlo, porque sería necesario tener acceso a este gas, mismo que por supuesto, no tengo.
Morir desangrado sería algo tan típico, que en muchas películas y series de telvisión han hallado cualquier cantidad de formas de lograrlo, pero resultaría asqueroso, burdo... no es una opción. Para darme un clásico tiro, debería tener un arma, pero sólo tengo las de los juegos de video, tan dañinas como una oruga enojada. ¿Asfixiado? No. Aparte de que es necesario sobreponerse al instinto, no hay mejor manera de morir asfixiado que colgado. Muy técnico, aparte de que si pudiera ser en un incendio, pero es demasiado dañino para mucha gente más, y antes de morir asfixiado podría quemarme...
¿Tirarme de un sitio alto?. No, el resultado puede ser incierto. Podría incluso mi cuerpo tener la resistencia necesaria como para sólo quedar inválido o en estado vegetativo, lo cuál sería idéntico a mi vida actual...
Las vías del metro son baratas, y ofrecen una garantía extra de morir entre electrocutado y arrollado por toneladas de metal y gente, pero igual sería clásico y burdo. ¿Qué, no existe una manera elegante de morir? ¿Es que hasta la muerte cuesta?. Al pensar esto, se me ocurre encender un cigarrillo. Esta muerte sería demasiado paulatina, lenta y dolorosa. No puedo esperar tanto.
Pienso en la familia que me rodea, sus caras al momento de enterarse. El mal que causaría saber que perdieron la oportunidad de seguir con un inútil a sus espaldas, porque eso y no otra cosa he resultado ser. Daño tendrían seguro. Eso es algo que tampoco me puedo permitir.
Fumo como loco, cigarrillo tras cigarillo. Las opciones no son alentadoras ni siquiera para morir. Todo implica planeación, perfección en la ejecución, discreción, privacidad... pero sobre todo, un gasto. Un último gasto por mi parte. Este es un lujo que no puedo darme. Resulta curioso que no tenga dinero para terminar con mi vida.
También pienso en mis valores. Siempre pensé que un suicida es un cobarde que no puede afrontar la vida. Pero ahora, sin justificación, los entiendo. Y es que cuando tu desesperación hace inviable tu vida, comienzas a considerar la alterntiva de la muerte, que parece más piadosa porque no sabes cómo deberás luchar después de ella.
Se apacigua la lluvia. Tímidamente, asoma el sol, como si quisiera sólo enmarcar mi desdicha y soledad. Si es esto, deben ser inmensas, porque termina saliendo por completo, iluminanado cada milímetro expuesto a mi vista. Sigo considerando opciones, mismas que descarto casi de inmediato. Mi depresión no ha hecho sin aumentar con el resplandor solar. Y entonces me decido...
¡Lástima!. Viviré. Viviré para ver cómo me consumo, cómo desperdicio recursos, tiempo y amor ajenos. Viviré para morir lentamente, y morir de viejo o enfermo en una buhardilla, sin nada que mencione todo lo que hice por tratar de evitarlo. Seré el expediente más fresco de la policía, la página 1 o 2 de un diario sensacionalista, con el número de registro XXXXXXXXXX y evasor aparente de impuestos. No puedo ser un evasor completo, porque para eso necesitas ganar dinero. Eso es algo que no hago ya...
¡Otra vez lástima!. Porque de cualquier manera, no hallaré ni el valor o la cobardía. Ni la fortaleza o la determinación. Mi voluntad es débil, así que me doy la media vuelta. Camino lenta pero decididamente a esconderme en los túneles del tren subterráneo y llegar a casa. Tengo mucho qué contarle a las paredes, así que debo apresurarme si quiero mantenerlas despiertas mientras sueño...